sábado, 23 de marzo de 2013

Primero aprende y solo después enseña


Publicamos a continuación un esclarecedor artículo sobre uno de los males del sistema educativo actual. 
Por zanjar la polémica en la que equivocadamente está derivando, centramos el problema en la formación del profesorado en las Facultades de Educación. Añado que desde mi punto de vista, compartido por gente de muy diversas orientaciones políticas y profesionales lo que habría que haber hecho era introducir las didácticas en las Facultades de Filosofía y Letras y de Ciencias, de donde se nutre la mayor parte del profesorado y donde no hay dudas que predomina lo científico por encima de los paradigmas pedagógicos.

Antes de dejaros con la reproducción del artículo quisiera decir que estos resultados no desacreditan en absoluto a la enseñanza pública, se está estableciendo una correlación y no una verdadera relación causa-efecto. Los mismos profesores, los que no superan las pruebas, probablemente engrosan las filas de los colegios concertados y privados. No nos olvidemos que el que permanece es el que supera la oposición. Y ahora la lúcida reflexión de Moradiellos.


Los malos resultados de los licenciados en Magisterio están relacionados con los desvaríos de la nueva pedagogía. por ENRIQUE MORADIELLOS

El informe de los inspectores educativos de la Comunidad de Madrid sobre el desastroso nivel de conocimientos culturales positivos de los licenciados en Magisterio ha sacado a la luz un “secreto” bien conocido en las aulas universitarias españolas en general y en las de las Facultades de Formación del Profesorado en particular. Y los que hemos tenido contacto con ese problema de manera directa y fehaciente podemos dar fe de ello por experiencia propia. 

Lo más preocupante de algunas reacciones al informe por parte de los afectados es la negativa a contemplar el núcleo del problema: que la formación universitaria recibida ha descuidado gravemente los fundamentos disciplinares (el conocimiento derivado del cultivo de las disciplinas científico-humanísticas: historia, matemáticas, literatura, biología…) en beneficio del saber formal y procedimental de las “ciencias de la educación” (teorías psicopedagógicas, doctrinas didácticas, praxologías docentes…). Tal es el caso de la reacción de la alumna mencionada en el artículo de este mismo diario (Un fallo docente desde la base, 14 de marzo de 2013) que desconocía la ubicación de los ríos Ebro, Duero y Guadalquivir: “A mí no me tendrían que preguntar los ríos de España, es mucho más importante que evalúen mi capacidad para enseñárselos a un niño ciego”. 

Se trata de una respuesta asombrosa e inquietante por su patente desafío a toda lógica intelectual humana (¿cómo enseñar algo a un alumno ciego si no se sabe hacerlo a uno vidente?) y también al principio básico de la pedagogía más clásica y ya casi bimilenaria:Primum discere, deinde docere (primero aprende y solo después enseña). Un principio, por cierto, remarcado una y otra vez por los mejores pedagogos y psicólogos de la educación que han abordado el problema. Así, por ejemplo, se expresaba Richard S. Peters, famoso director del Institute of Education de la Universidad de Londres, allá por 1977: “Si hay algo que debe considerarse como una preparación específica para la enseñanza, la prioridad debe darse al conocimiento exhaustivo de algo que enseñar. Un profesor, en la medida en que está vinculado a la enseñanza y no ya a la terapia, la socialización o el asesoramiento sobre oficios y carreras, debe dominar algo que pueda enseñar a otros”. Y así corrobora ese aserto algunos años después una figura como Margret Buchmann desde una institución homónima de la Universidad de Michigan: “Conocer algo nos permite proceder a enseñarlo; y conocer un contenido disciplinar en profundidad significa estar mentalmente organizado y bien preparado para enseñarlo de manera general. El conocimiento de contenidos disciplinares es una precondición lógica para la actividad de la enseñanza; sin él, las actividades de enseñanza, como por ejemplo hacer preguntas o planificar lecciones, están colgadas en el aire”. 

Hannah Arendt advirtió de que la pedagogía se emancipó de la materia que se va a transmitir 

¿Cómo hemos llegado a esta ridícula, pero grave, situación? Dejando aparte conocidas razones sociográficas derivadas de la conformación de un gremio profesional con aspiración al control unívoco de una materia definida como “ciencia de la educación”, la clave probablemente está en la difusión de unas filosofías y antropologías psicopedagógicas de perfiles muy pragmatistas y formalistas que han llegado a ser hegemónicas en el campo de la pedagogía y la didáctica (y en los planes de estudio del magisterio español, de paso). Ya en los años sesenta del siglo XX, cuando esta deriva comenzaba a extenderse por Estados Unidos, Hannah Arendt lanzó una llamada de alerta con su habitual perspicacia: “Bajo la influencia de la psicología moderna y de los dogmas del pragmatismo, la pedagogía se desarrolló, en general, como una ciencia de la enseñanza, de tal manera que llegó a emanciparse por completo de la materia concreta que se va a transmitir”. Una década después, era el pedagogo canadiense Lucien Morin el que advertía contra los desvaríos de unos “charlatanes de la nueva pedagogía” que querían hacer tabula rasa de todas las experiencias docentes previas en aras de una modernidad mal entendida. Sus palabras son particularmente actuales a la vista del caso madrileño: “Todos afirman que gracias a las ciencias de la educación serán más respetadas las exigencias intelectuales y, sin embargo, lo que está ocurriendo en todas partes es exactamente lo contrario”. 

Ciertamente, no cabe duda de que las perspectivas psicopedagógicas mencionadas adolecen de sustancialismo formalista metafísico (“se puede enseñar de todo a todos al margen de los contenidos enseñables”), carecen de fundamento racional lógico (el mantra de “aprender a aprender” no dice nada: aprender a aprender solo quiere decir “aprender”) y resultan dañinas pragmáticamente en el plano docente (¿qué ganamos con llamar “segmento de ocio” al recreo, “permanencia de ciclo” a la repetición de curso o “diseño curricular básico” a la elaboración del programa de estudios?). 

En esos planteamientos late el presupuesto falso de que en la enseñanza y el aprendizaje, como actividades humanas regladas para la transmisión y adquisición de conocimientos positivos y habilidades pragmáticas, cabe diferenciar y analizar como distintos y autónomos a la forma y a la materia, al continente y al contenido, al pretendido proceso efectivo fijo y regular (la razón que sobrevuela) y a sus supuestos componentes ocasionales y aleatorios (la empiria que es estructurada). Solo desde este punto de mira la pedagogía y la didáctica serían así verdaderas “ciencias” soberanamente autónomas que mostrarían y desvelarían el proceso formal, racional y continente de la “educación, la enseñanza y el aprendizaje”, con independencia de lo que pudiera ser la materia prima, el contenido disciplinar, el campo empírico y semántico referencial, de esas actividades. 

Un maestro debe rebatir y mantener a raya la verborrea pretenciosa de la ciencia educativa 

Pero esa es una pretensión falaz y su resultado un desastre cultural sin paliativos en el horizonte. ¿Por qué? Porque, en sentido estricto histórico, no es posible aprender a enseñar, como tampoco a pensar, sin que esos verbos transitivos tengan un complemento predicativo inherente e inexcusable que defina y aclare su sentido: ¿Enseñar qué? ¿Pensar en qué? ¿Cabe pensar en un joven que piense sin que añadamos sobre qué está pensando: el próximo examen a preparar, su futuro profesional, la situación familiar, la angustia de la soledad, la dicha de ser amado, el presentimiento de la mortalidad, la compleja entidad del pensamiento reflexivo? ¿Acaso puede ser lo mismo enseñar a leer a un niño, que a operar con elementos químicos a un bachiller, que a conducir un coche a un joven, que a traducir textos del latín a un neófito interesado pero adulto, que a identificar las estructuras estelares a través de un telescopio de nueva gran potencia a un astrónomo en formación posdoctoral? Y por eso mismo, con independencia del interés, aplicabilidad y eficacia potencial (indudable, a nuestro juicio) de los saberes pedagógicos y didácticos, el acto educativo y la labor de enseñar y de aprender siempre será una materia informada (es decir: la única posible, puesto que la materia informe es incognoscible o es la nada absoluta o la estéril totalidad indiferenciada) y siempre un continente contendrá algún contenido (porque de lo contrario no sería tal, aunque dicho contenido fuera en su límite como un conjunto vacío, un sistema de partes ausentes o simplemente un valor cero). 

En resumidas cuentas, todo maestro y profesor y todo alumno y estudiante que aspire a ser maestro-profesor (siempre de algo: desde la especialidad de formación para pedagogo y educador infantil a la de instructor de vuelo aeronáutico o experto latinista; no hay profesor “de todo y para todo” ni educación “en todo y de todo”) debe conocer los fundamentos básicos de sus disciplinas y algunos más específicos del saber acumulado por las investigaciones pedagógicas y las experiencias didácticas. Pero también debe desconfiar, rebatir, ponerse en guardia y mantener a raya la verborrea pretenciosa y vacua de una supuesta ciencia holística de la educación formal, inmaterial e incontaminada de contenidos efectivos conceptuales y empíricos. Y es preciso y urgente que esta evidencia penetre en las aulas de las Facultades de Formación del Profesorado. Por mera razón de supervivencia propia y autoestima profesional. 

Enrique Moradiellos es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura. 


sábado, 2 de marzo de 2013

Quién, cuándo, dónde, por qué y cómo



Publico una carta enviada a EL PAÍS por JUAN JOSÉ JIMÉNEZ BLÁZQUEZ Y 26 FIRMAS MÁS Madrid 21 FEB 2013 - 00:00 CET.

¿Quién es el valiente que se pone delante de una clase repleta y convence a sus alumnos de que tener unos estudios es importante, cuando está claro que vale mucho más el carné del partido que una licenciatura universitaria?

¿Cuándo empezamos mis compañeros y yo a vivir por encima de nuestras posibilidades, con un sueldo continuamente mermado y la necesidad de vivir cada vez peor para que un eurodiputado pueda viajar ocho veces al mes en clase preferente?

¿Dónde está ese sitio donde reparten sobres para que pueda pillar uno y comprar algo para la biblioteca, que por segundo año consecutivo tiene presupuesto cero?

¿Por qué un tipo como Carromero, de 27 años y con la carrera sin acabar, cobra casi 3.000 euros y yo, que soy licenciado y llevo un montón de años cotizando, me llevo al bolsillo poco más de 2.000?

¿Cómo es posible que la gente proteste cuando le traen un filete frío en un restaurante y no esté permanentemente en la calle pidiendo el exilio para todo ese hatajo de personas?

Voy a empezar a dejarme de zarandajas y a contar la verdad en clase: no estudiéis, haced amigos (a ser posible, cerca de Génova o Ferraz). No preparéis los exámenes, tomad anabolizantes y aumentad vuestras glándulas mamarias. No eduquéis vuestra mente, inventad romances con famosas o dejaos preñar por futbolistas o toreros.

Un país que abandona la educación, la investigación, la cultura, el arte y la transmisión del conocimiento. Una nación que deja de lado a los más débiles y protege a los poderosos y los corruptos. Un lugar en el que se torturan animales con lanzas mientras se cierran escuelas de música, bibliotecas y centros culturales.

Este es el sitio en el que vivo. Un lodazal de inmundicia que cada día crece un poco más— Juan José Jiménez Blázquez. Profesor de secundaria y 26 profesores más. Yo también la suscribo, por supuesto.
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Como coda final, y para aquellos que se quejan y proclaman el fracaso del Sistema educativo español, afirmaré que difícilmente los profesores podemos cambiar una sociedad y una cultura como la española con tantas carencias en moral social, tan poco interés por la cultura y tanto desprecio acumulado hacia el que sobresale o es distinto. Aquel que mira hacia el  futuro y piensa en los demás siempre ha sido considerado un Quijote, cuando no un tonto.  

Así que la culpa de nuestro fracaso hay que buscarla en el entorno: en los valores que algunos padres inculcan a sus hijos, en el dinero fácil, en el desprecio por el trabajo intelectual-que no suele considerarse trabajo, precisamente por aquellos que nunca lo han realizado; en los medios de comunicación que ensalzan a futbolistas y chismosas profesionales; en la cultura empresarial del pelotazo y el beneficio a corto plazo, en los creadores de determinada opinión que son capaces de vender su alma y su país a cambio de cuatro perras y que extienden la estulticia más casposa entre la gente empleando la más indecente falta de lógica ¡Qué agradecida es la demagogia!

Ni yo ni los miles de profesores somos responsables de esta sociedad de analfabetos funcionales, psicopatas sociales y manipuladores y tahures del pensamiento. Por último, y ante lo que hay que soportar a menudo: Una sociedad que desprecia, menoscaba e insulta a los que enseñan, es una sociedad condenada al fracaso. Por supuesto, hay que pensar que si se nos insulta y se nos desprestigia quizás sea porque somos la última barrera que contiene las ideas de personas de frente estrecha y colmillo torcido.

domingo, 2 de septiembre de 2012

LA OCUPACIÓN DEL LENGUAJE

La derecha no solo disfruta de un poder político y económico indiscutible sino que también busca la hegemonía cultural. Para hacerlo, procura desacreditar el progresismo valiéndose muchas veces de su discurso

Actualmente la derecha acapara un inmenso poder político y económico. Pero además de imponer en toda su radicalidad el modelo neoliberal, trata de operar un cambio de mentalidades que lo normalice y con ello ejercer la hegemonía cultural mediante el control de las representaciones colectivas. Este proyecto se sustenta en una campaña sistemática de autolegitimación y descrédito de los argumentos progresistas, en coordinación con la derecha mediática mayoritaria, cuyas estrategias discursivas fundamentales son:

La creación y propagación de conceptos. Propias o prestadas, las nuevas nociones trazan un mapa de la vida pública, sus actores y sus conflictos: competitividad, moderación salarial, dar confianza a los mercados, privilegios (para denominar derechos), copago. Se exponen como verdades incuestionables pero su sentido y alcance nunca se explicitan, pues parecen lograr mayor eficacia práctico-política cuanto menor es su precisión semántica. Por ejemplo, “libertad” asume un significado muy cercano a “seguridad”. El eslogan de la BESCAM en Madrid lo ejemplifica: “Invertir en seguridad garantiza tu libertad”. Como en la “neolengua” de Orwell, las nuevas nociones son a menudo “negroblancos”, inversiones del significado común de los vocablos. El “Plan de Garantía de los Servicios Sociales Básicos” es el programa de recortes del gobierno de Castilla-La Mancha. El “proceso de regularización de activos ocultos” de Montoro es una amnistía fiscal.

Klemperer narra que la población alemana no hizo suyo el lenguaje de los nazis a través de sus tediosas peroratas, sino por medio de expresiones repetidas de modo acrítico en los contextos de la vida cotidiana. Las palabras de los actuales líderes de la derecha no son menos letárgicas. Sus muletillas (“no se puede gastar lo que no se tiene”; la sanidad “gratuita” es insostenible; solo nosotros tenemos “sentido común”) contrarían cualquier prueba de verdad o validez normativa: el capitalismo financiero se basa en el crédito, o sea, en “gastar más de lo que se tiene”; la sanidad pública no es gratuita, sino financiada colectivamente; y es una inversión ideológica y un dislate suponer que cabe sentido común en el hecho de reclamarlo como propio y exclusivo, es decir, como no común. Pero por su simpleza, su fuerte arraigo en la doxa y su apariencia no ideológica, tales expresiones consiguen adhesión.

La usurpación de la terminología del oponente. Nadie es dueño del lenguaje, pero las expresiones se adscriben legítimamente a tradiciones, relatos e identidades políticas determinadas. Al usurpar los términos de la izquierda, la derecha neutraliza y a la vez rentabiliza su sentido contestatario. Esperanza Aguirre afirma que las políticas de los sindicatos “son anticuadas, reaccionarias y antisociales”. Palabras como “cambio” o “reformas”, antes vinculadas a proyectos progresistas, disfrazan ahora contrarreformas. Rajoy dijo en la conmemoración oficial de la Constitución de 1812: “Los gaditanos nos enseñaron que en tiempo de crisis no solo hay que hacer reformas, sino que también hay que tener valentía para hacerlas”. Sustentándose en la reputación de espacios y tiempos institucionales, los actuales recortes se invisten del valor simbólico de reformas históricas.

Los actuales recortes se presentan subrayando su valor simbólico de reformas históricas

La estigmatización de determinados colectivos. Médicos, enseñantes, funcionarios, estudiantes y trabajadores fijos son descalificados. Al disfrutar de supuestos “privilegios”, parecen co-responsables de la situación actual. Desprestigiándolos se puede activar un malestar social basado en el rencor, la envidia y el miedo, y socavar la reputación de lo público para justificar su liquidación. Se alude a los desempleados como beneficiarios de la reforma laboral, pero se les supone holgazanes que deben redimir su inutilidad con labores sociales. Un empresario farmacéutico, Grifols, propone como solución donar sangre: “En épocas de crisis, si pudiéramos tener centros de plasma podríamos pagar 60 euros por semana, que sumados al paro son una forma de vivir”. El parado se convierte así en un desecho cuyo cuerpo puede ser mercantilizado. El siguiente paso podría ser la venta de órganos o de los hijos a los que no se pueda mantener. Los primeros ajustes en la sanidad pública penalizan a un nuevo apestado, el enfermo, lo señalan como causante del déficit, y exigen que (re)pague por su debilidad. Si la estigmatización es el paso previo a la expulsión, como ya ocurre con los sin papeles, otros muchos colectivos podrán ser excluidos.

Un método de argumentación basado en la simpleza y la comprensión inmediata. De nuevo, el “sentido común”, ritornello favorito de Rajoy, sustenta este procedimiento. Formas de razonamiento y esquemas mentales al alcance de todos hacen posible que las ideas y soluciones impuestas sean aceptadas como conclusiones propias, expresiones de un pragmatismo irrefutable y del interés colectivo. Se apela así a espacios imaginarios de consenso de los que el oponente no puede autoexcluirse: “No es una cuestión de izquierdas o de derechas, sino de sentido común”, afirma Alicia Sánchez-Camacho.

El eufemismo, la atenuación y la exageración, el defender premisas contradictorias, se han normalizado en el repertorio retórico derechista: Rajoy afirma que hará “cualquier cosa que sea necesaria, aunque no me guste y aunque haya dicho que no la iba a hacer”. La reducción de profesores interinos “no se puede plantear en términos de despidos —alega el ministro Wert—, sino de no renovación de contratos”. Beteta generaliza burdamente: los funcionarios “deben olvidarse de tomar el cafelito, deben olvidarse de leer el periódico”.

La construcción de marcos de sentido. La acción del gobierno de Zapatero era tachada de improvisada, mendaz e insensata. Establecido ese marco, cualquier medida gubernamental corroboraba la imputación general y así se lograba una incontrovertibilidad que desconocen las fórmulas dialogantes. En el espacio público se tiene más poder cuando se controla el marco de lo decible y discutible. La derecha es magistral utilizando esta estrategia, pero tras una prolongada degeneración de la vida pública, de la que el PSOE es corresponsable, se ha consolidado una visión consensual indistinta de la lógica del sistema: no hay más que una realidad y ninguna opción para interpretarla.

El parado puede llegar a convertirse en un desecho cuyo cuerpo puede ser mercantilizado

Una táctica de “orquestación”. La reiteración machacona de una consigna (y no de un argumento, como sugiere la equívoca noción de “argumentario”) a varias voces, en momentos y lugares distintos, es habitual: “los interinos han entrado a dedo”, “los sindicatos viven de las subvenciones”, “los profesores trabajan poco”, etcétera. “Lo que digo tres veces es verdad”, afirmaba el Bellman de Lewis Carroll. La derecha saca partido de esa “performatividad” que rige la economía de los enunciados públicos: cuando un comportamiento es reiteradamente reputado de normal, se tiende a normalizarlo; o a estigmatizarlo, si se le ha tildado repetidamente de anómalo.

La fijación de estos mecanismos gracias al poder amplificador de los media. Los medios funcionan como laboratorios discursivos que difunden las nuevas expresiones y consignas, y los asesores preparan declaraciones inmediatamente traducibles a un titular. Inversamente proporcional al impacto de estos mensajes resulta la capacidad de contestarlos: los análisis críticos se disuelven en un aluvión de artículos, columnas y editoriales que logran una difusión e influencia mucho menor.

La moralización del discurso público. La política contemporánea se desvía hacia un registro moral, explica Rancière. Pero el moralismo de la derecha desconoce las razones del otro: bueno o malo, normal o aberrante, son calificativos atribuidos de modo categórico y sin margen de discusión, apropiándose la universalidad de la noción en disputa, como señala Zizek. Las “personas normales, sensatas…, españoles de bien” a que apela Rajoy son indudablemente de derechas. Cuando encubre su integrismo moral la derecha incurre en la paradoja política: Ruiz Gallardón pretende asumir la defensa de los derechos de las mujeres y la lucha contra la “violencia estructural” que padecen con una contrarreforma de la ley de aborto limitadora de derechos y que refuerza la violencia legal.

Muchos ciudadanos nos sentimos justamente indignados por lo “descarado” de estos procedimientos. Y quizá sea en esa desfachatez, pérdida del rostro, donde podría cifrarse tanto su fragilidad como la inquietante capacidad de contagio de sus postulados.

Este artículo ha sido escrito por los profesores: Gonzalo Abril (UCM), Mª José Sánchez Leyva (URJC) y Rafael R. Tranche (UCM). Fue publicado el 1 de septiembre de 2012 en EL PAÍS.

martes, 8 de junio de 2010

PERO QUÉ SE HAN CREÍDO...De huelgas, funcionarios y de un país de todos los demonios


Hacía mucho tiempo que no escribía en este blog. En los dos últimos años he tenido que trabajar tan intensamente que apenas he tenido tiempo de poner ni siquiera un breve comentario. Hoy es distinto, porque, contrariamente a lo que suelo hacer, he decidido no hacer nada en el instituto. Lo confieso: estoy haciendo una huelga encubierta y la estoy haciendo porque no puedo permitirme no cobrar el día y porque me harta y me resulta ya cansino como arremeten contra nosotros por nuestra condición de funcionarios.
No, no estoy a favor de los sindicatos ni del Gobierno ni del patriota partido de la oposición ni de nadie... Con mi estúpido y vacío gesto, con mi brindis al sol de cuerpo presente, trato de reivindicar la racionalidad, de mantener un poco de dignidad. Trato de protestar contra esta España ignorante, contra su gobierno, sus políticos, sus banqueros usureros y chanchulleros, su clase empresarial casposa y cutre que solo busca su propio beneficio, sus periodistas navajeros, chulos, perogrulleros, incultos y malhablados y sus belenestebans...

¿Acaso nadie veía venir la que está cayendo?


Cuando era estudiante ya tenía que aguantar a algunos de esos que se habían comprado el coche y que decían, recién llegados de la mili, mientras trabajaban en la obra que ellos no iban por las zonas de los estudiantes, porque no tenían un duro y que eran unos desgraciados. El personaje en cuestión, que no tenía ni el graduado escolar, se ha convertido en todo un símbolo del país. Esa es nuestra clase media, la clase que cree en el conocimiento y en el I+D. La que no quería dar palo al agua ni complicarse con estudios y la de eso pá qué sirve. Unos años más tarde, cuando ya conseguí ser profesor por oposición se me ocurrió decirle a un alumno que estudiara y este me contestó."¿Para qué, para ganar docientas mil putas pesetas?" Años más tarde uno de los búlgaros que estaba en mi clase en 1998 y que no llegó a aprender apenas español, me enseñaba muy emocionado su BMW nuevo, sería el 2004.


Entre tanto, en este país de todos los demonios, de puente, de semana santa con muchos accidentes, de Todotorreznos enormes como tanques que te adelantan por la derecha, de cochazos, de malas maneras y de desprecio por lo que no entra en los cánones sociales, de dinero negro a espuertas -casi un 25%-, de precios que subían con el pretexto del euro, yo me compraba un piso de segunda mano para reformar, porque no quería pasarme de los 25 millones -casi nada: 10 años de sueldo-; me compraba un coche de gasóleo para quemarlo -se murió este verano después de 220 mil kms.-y me iba contentando con salir a tomar unas cervezas y cenar fuera de vez en cuando. A veces cuando iba un poco bebido, con el puntillo, en esos viernes y sábados, llamaba a los anuncios de las inmobiliarias y de los pisos de particular a particular y me descojonaba de que me pidieran 350.000 ó 400.000 euros. Entonces también se descojonaban de mi, cuando yo decía que me parecía una barbaridad. "Bueno, luego en cuatro días, te puedes sacar 12.000 euros o más... Yo no me lo creía. No lo venderán, pero era así. Hasta podía vender mi piso -en el que vivo-para especular. Hala, Vive la fête!


Hace un rato salgo a tomar un café y tengo que soportar al señor que tengo al lado, lee el Marca: ¿Qué querrán estos funcionarios, de qué se quejan, yo llevo cincuenta años cotizados para que me queden 900 euros y que no me ha quedado nada...Y tiene parte de razón, tiene razón en defender sus intereses, como yo tengo derecho a defender los míos. Pero al final salto y le replico porque en este país de todos los demonios lo que nos ha perdido es la ignorancia, la falta de honestidad que otorga la ignorancia, el no pensar en el futuro, la búsqueda del interés particular, la falta de patriotismo, entendido en el sentido de pensar en lo colectivo, no en el sentido de ser el refugio de muchos canallas con canales de TV. Y también nos ha perdido la desidia de muchos bancos interesados, el olvido de cómo funcionan las sociedades, el dinero como valor supremo.Y ahora nosotros pagamos por ellos, por los irresponsables, por los que no tienen en el alma un ápice de generosidad.
¡! Si hasta el menos lúcido de los centenares de miles de universitarios de este país a los que no nos ha quedado más remedio que entrar en la Administración lo veíamos venir. En fin, comenzaré una serie para analizar este país de los mil demonios y las causas que nos han llevado a este estado de miseria moral absoluta que nos va a conducir primero al desmantelamiento del estado de bienestar, al caínismo y la bancarrota para que se beneficien cuatro psicópatas de guante blanco mientras cenan en un restaurante de a 400 euros el menú.

martes, 30 de septiembre de 2008

LOS DESMANES DE LA JUNTA


Reproduzco a continuación un correo que me envía una compañera asustada por lo que está sucediendo. No es para menos. La educación se está convirtiendo en un triste cachondeo al que cualquiera le puede meter mano sin ruborizarse y en donde el profesor de secundaria es un pelele. Un monstruo de Frankenstein que no tardando se nos volverá en contra y eso que nosotros no somos culpables, salvo quizás de pasividad y desunión.

De paso, vuelvo a la acción, más tranquilamente, o menos, según se mire, porque ahora he vuelto a las aulas. Ya contaré tremendas historias de mi actual andadura profesional. Ahora cedo la palabra a la compañera de León que quiere permanecer en el anonimato.

"Hola José Luis. Espero que las cosas no te vayan mal del todo. No nos engañemos, pues bien, lo que se dice bien, con las leyes educativas que tenemos y las características de la sociedad actual... es imposible. En tu último correo comentabas que estabas metido en un buen jaleo. Pero no sé si enviaste bien el correo, pues se cortaba a media frase al final... En fin, ya me contarás. En León tenemos un "fregao" de narices, a ver a dónde llegamos con esto. Por fin la junta de personal ha decidido convocarnos a huelga para el día 7. Yo estuve en la concentración de delegados sindicales que se hizo ayer en León y en la que se llegó a esta decisión... y me resultó curioso observar una vez más lo difícil que es llegar a un acuerdo. Pero si todos, lo que se dice todos los profesores nos quejamos un día sí y otro también que todo el sistema educativo falla, que tenemos unas leyes que no hay por donde cogerlas, que estamos hartos de que nuestra labor no se tome en serio, que nos negamos a ser meros cuidadores de guardería, que las condiciones en las que impartimos clase empeoran día a día, que estamos totalmente solos y nadie nos apoya en nuestro trabajo... ¿Por qué cuesta tanto a algunas moverse y dar la cara? ¿Por qué es tan difícil decidirse ya a "patalear" un poco? Pero bueno, el cabreo de los claustros ha sido tan, tan apreciable, que por fin nos llaman a huelga. ¡Ya era hora! Aunque a mí un día me sabe a poco, pero bueno, por algo se empieza, a ver qué ocurre ese día y qué seguimiento tiene la convocatoria, que con lo pasotas que son algunos, lo mismo acudimos a la huelga cuatro idealistas a hacer el más soberano de los ridículos y encima a perder dinero... En León tenemos un problema muy gordo con la directora provincial de educación y su ejército de inspectores. Nos quieren imponer todos los grupos de clase con las ratios máximas pese a que ellos mismos nos concedieron profesores suficientes para hacer grupos más reducidos. Por otro lado los grupos son más o menos igual de grandes que otros años. Así que, ¿de dónde viene ese interés repentino por aumentar la ratio hasta llegar al máximo? Yo lo tengo claro, se trata de que haya menos grupos y a los profes nos sobren horas. Horas que tendremos que cumplir luego como refuerzos de tarde, de sábados... ¿Te suena? Pues sí, muchos sospechamos que el plan de éxito se nos va a imponer "voluntariamente" por la voluntad de los caciques de turno, los trepas de turno, de los "listos" a los que lo único que les importa es asegurar que el próximo curso seguirán sentados en su poltrona. Por cierto, para pagar el programa de éxito ya hay dinero del ministerio, así que, si estos "refuerzos" que nos quieren colar se pagan con el presupuesto ordinario y se realizan con el profesorado normal... ¿a qué bolsillo oculto irá a parar el dinero destinado para el éxito? Porque puestos a pensar mal, a algunos se nos viene de todo a la cabeza. Por supuesto la directora provincial no nos ha dicho que nos vayan a meter el éxito SI O SI a todos. Pero nos ha dicho que tenemos que preparar en los centros un plan de refuerzo que incluya clases por las tardes con el profesorado "sobrante"... Así que a buen entendedor... Y también circulan algo mas que rumores de que el curso próximo tijeretazo al canto en las plantillas, grupos masificados de mañana y todos a hacer horas de refuerzo por las tardes y los sábados para así "arreglar" el desaguisado que algunas cabezas pensantes habrán creado aumentando la ratio sin explicación. Creo que pese al empecinamiento de esta señora, este año vamos a pararla, pues la gente está que trina. Esta señora ha conseguido lo que parecía imposible: que prácticamente todos los profesores de secundaria estemos unidos para algo, unidos contra ella. Por fin hay algo en lo que estamos de acuerdo, casi hasta le estoy agradecida a esta mujer. Así que esto seguramente lo vamos a parar, creo que esta vez sí. Pero mi pregunta es... ¿Lo pararemos el próximo curso? Es más, conseguiremos algún día que vuelva el sentido común a la educación y los políticos se dejen de demagogias? Ya hay muchas voces que dicen que estamos hartos de parches y que lo que queremos es una reflexión profunda sobre el sistema educativo y sobre sus leyes. Que el problema es muy serio y muy grave y que nos estallará en los morros dentro de no muchos años. Hay que revisar toda la educación, y no sólo la secundaria. Hay que restaurar el edificio educativo, que a base de parches y experimentos hechos al tuntún está a punto de derrumbarse... ¿Qué futuro nos espera a los profes? ¿Qué futuro le espera a esta sociedad de ignorantes que estamos creando? En fin, si quieres poner algún extracto de este correo en tu blog, te cedo los "derechos de autor", jaja. Pero por favor que sea anónimo, no indiques su procedencia, nunca se sabe cuán largos los hilos que manejan nuestros superiores y en León ya tenemos profesoras expedientadas simplemente por ejercer su derecho a la libertad de expresión. Ya te contaré en qué queda lo de la huelga. Y espero además tener noticias tuyas pronto. Saludos y hasta pronto".


¿A QUE DA MIEDO? PUES YA SABEMOS LO QUE TENEMOS QUE HACER: ¡¡¡¡UNIRNOS!!!!

miércoles, 7 de mayo de 2008

CONCENTRACIÓN DE ASPESCL ANTE LA JUNTA DE CASTILLA Y LEÓN CONTRA EL PLAN DE ÉXITO ESCOLAR

Mañana jueves 8 de mayo la Asociación de Profesores de Enseñanza Secundaria se concentrará ante ante la Consejería de Presidencia de Castilla y León (c/ Santiago Alba, nº 1, Valladolid) desde las 11.30 hasta las 13.30 horas. Invitamos a todos aquellos que puedan a que acudan. Seremos pocos, pero demostraremos que esta pequeña concentración es el principio de otras que vendrán en todas las provincias.

Los profesores de secundaria no estamos dispuestos a admitir un plan autoritario que no ha sido negociado o que ha sido negociado de manera subrepticia y miserable por algunas organizaciones sindicales a espaldas de los docentes. No admitimos un plan que está fuera del horario lectivo y que nos carga con nuevas responsabilidades; un plan concebido como un castigo a los alumnos; un plan meramente publicitario que busca engañar a los padres; un plan que está dilapidando el dinero de todos, ya que han tenido que ofrecer más incentivos económicos debido a la falta de voluntarios, lo cual se traducirá en que en ediciones posteriores ya no haya voluntarios. Un plan chapucero que no ha sido convenientemente planificado, un plan improvisado, de lucimiento personal y arbitrario que sin contar con los medios necesarios y sin el apoyo del profesorado se publicó en el boletín de Castilla y león. Esto no hubiera sucedido si el Plan se hubiera diseñado de una manera racional y consensuada, respetando los tiempos y negociando abiertamente, sin excluir a ninguna organización sindical o colectivo. En definitiva, un plan que valora tan poco nuestro trabajo y nuestra dignidad profesional que constituye no solo un insulto, sino una declaración de guerra a los profesores de enseñanza secundaria.

POR UNA ENSEÑANZA DE CALIDAD:
NO A ESTE PLAN DE ÉXITO ESCOLAR

¿Cuánto tiempo más vamos a tener que soportar que se nos trate como a siervos al servicio de una administración cerril a la que no le importan sino las apariencias?, ¿cuánto tiempo vamos a soportar pasivamente viendo como destruyen la educación en este país? Creo que, de una vez por todas, los profesores debemos demostrar que no estamos dispuestos a tragar con todo y que tenemos mucho que decir. En varias comunidades han comenzado huelgas o están a punto de comenzarlas. Vamos tragando demasiado, es el momento de decir ¡BASTA!

miércoles, 9 de abril de 2008

GOLPE DE ESTADO EN LA ACADEMIA: LAS REFORMAS EDUCATIVAS AL SERVICIO DE UNOS POCOS

He tenido conocimiento del artículo "Golpe de Estado en la Academia" escrito por el profesor de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid Carlos Fernández Liria a través de Carlos González, excelente amigo, poeta y profesor de Lengua y Literatura en Graus (http://bozalongo.bloginom.com/). El medio del que lo tomo es el Blog del diario"Público".
El artículo constituye una excelente muestra del actual fomento de la ignorancia propugnado por el poder político, económico y académico, y que cristaliza en procesos como el de Bolonia o en muchos puntos esenciales de la actual Ley de Educación. La sarta de reformas organizativas con criterios economicistas e interesados por parte de algunos oscuros sectores en las enseñanzas medias y en la superior me recuerdan, pese a su apariencia progresista, a la jerga y a los procedimientos usados por Albert Speer, el arquitecto y ministro de armamento de Hitler, que organizó la producción alemana durante la guerra y al que los americanos no ejecutaron seguramente porque les aportó los eficacísimos medios de producción que él había aplicado en las fábricas alemanas sin importar nada ni nadie. Esta forma de hacer, sumada a la falta absoluta de respeto por la cultura, la crítica con fundamento, la transmisión del conocimiento y la eliminación de algunos saberes es una moderna quema de libros. Parece que la herencia nazi con métodos más sutiles prevalece.
Esperemos que estos experimentos de Ingenieria social no den su fruto. Esperemos que todos nos demos cuenta de que los métodos usados determinan los fines y que debemos combatir estas reformas que suponen la privatización del conocimiento y su consideración en términos de rentabilidad económica. Esperemos no dejarnos engañar.
Los profesores de Filosofía de la Universidad Complutense han escrito un manifiesto expresando su oposición a algunas de estas reformas. El enlace para adherirse es http://fs-morente.filos.ucm.es/. Ahora cedo la palabra a Carlos Fernández Liria.

GOLPE DE ESTADO EN LA ACADEMIA
"Lo que se ha llamado la Convergencia Europea en Educación Superior viene vendiéndose como una radical revolución educativa para poner la Universidad al servicio de las nuevas demandas sociales. En verdad, se trata del equivalente a una reconversión industrial en el mundo académico. Su objetivo es poner la Universidad pública al servicio de las empresas. La receta es extremadamente simple: la financiación pública se subordina a la previa obtención de “fuentes de financiación externa”, es decir, privadas. En la práctica ello significa que, en adelante, toda la geografía del mundo académico (disciplinas, cátedras, departamentos, facultades, planes de estudios, proyectos de investigación, etc.) se ve forzada a amoldarse a los intereses profesionales y las prioridades de investigación empresarial. Se abre así un abismo entre un edificio que se ha levantado sobre sí mismo con la lentitud propia de la Historia de la Ciencia (26 siglos de diálogos, polémicas y esfuerzos incansables de millones de investigadores) y el imprevisible mundo de las demandas empresariales, cada vez más anárquicas y cada vez más dependientes de capitales que se mueven en la Bolsa a la velocidad de la luz.
Las universidades públicas tendrían que poder ser financiadas con criterios académicos autónomos, que se conformen a los intereses de la razón y no a los del mercado. En muchas ocasiones hay que garantizar la financiación pública precisamente porque no existe financiación privada. Pero hace ya tiempo (Bolonia 1999, Lisboa 2000, AGCS, Doha 2001, OMC 2005, etc.) que las autoridades europeas decidieron saltar al otro lado del abismo. No es que se pretenda privatizar la Universidad; es mucho más rentable ponerla al servicio de los intereses privados. Al volcar la financiación pública en proyectos académicos que ya gozan de “fuentes externas” de financiación lo que se hace lisa y llanamente es subvencionar con dinero público actividades empresariales privadas (al tiempo que se ahoga la financiación pública de actividades de interés ciudadano que no sean rentables). Al mismo tiempo, las empresas se apropian de un ejército de becarios pagados con los impuestos y que trabajarán para ellas y sus propios intereses mercantiles. En una vuelta de tuerca más de lo que Galbraith llamó “la revolución de los ricos contra los pobres”, las empresas no se conforman con pagar cada vez menos impuestos: ahora quieren también el dinero de los contribuyentes. Y a esto se le ha llamado “poner a la Universidad al servicio de la sociedad”.
Para la presentación en sociedad de esta descarnada reconversión mercantil de la Universidad se ha contado con la inestimable ayuda de los pedagogos. Estos eran imprescindibles para disfrazar la mercantilización con los ropajes de una revolución educativa progresista y liberal contra la supuesta rigidez de las estructuras académicas. Lo que necesitaban las empresas era, como siempre, “flexibilidad” y la jerga de los pedagogos era la única que podía teñir esta temible palabra con tintes progresistas e incluso izquierdistas y antiautoritarios. Había que perder el respeto a las rigurosas distinciones del edificio científico y abogar por la “formación continua”, “flexible”, “transversal” y “psicoafectiva” de un profesional todo terreno, capaz de estar en todo momento a la altura y al tanto de las necesidades ingobernables de un mercado laboral cada vez más imprevisible y demente. Para formar este tipo de profesional no hacen falta científicos, sino entrenadores: pedagogos y psicopedagogos capaces de adiestrar personal para la Olimpiada de un mercado laboral vertiginoso.
El resultado ha sido una suicida animadversión hacia los contenidos académicos y científicos, que viene a sumarse a la brutal mutilación de contenidos específicos que ya venía exigida por la mercantilización. La reducción de la duración y la profundidad científica de muchas Licenciaturas ha supuesto un verdadero naufragio académico. Para suplir el déficit de especialización, el alumno puede pagarse –si se lo permite su bolsillo– un master de formación avanzada.
Ahora bien, es en este punto en el que la maniobra de los pedagogos ha supuesto un verdadero golpe de Estado en las relaciones Academia-Profesión que afecta a todas las carreras de corte teórico (Física, Matemáticas, Filosofía, Historia, etc.) que tienen como salida profesional mayoritaria las enseñanzas medias. Un Anexo a la Orden ECI/3858/2007 (27/12/2007) instituye como requisito para presentarse a las oposiciones para profesor de secundaria haber cursado un Master de Formación del Profesorado (MFP) destinado a formar competencias de psicología, pedagogía, psicopedagogía y didáctica aplicada. Se trata, por supuesto, de ampliar a un año (y a precio de master) el actual “Certificado de Aptitud Pedagógica” (CAP). Este cursillo pedagógico nunca ha sido evaluado objetivamente, pese a que no hay nadie con un mínimo de vergüenza que se atreva a dudar de sus nefastos resultados.
Las consecuencias son muy graves para la Universidad y también para la Enseñanza Secundaria y el Bachillerato. La mayor parte de los alumnos universitarios que piensen en su profesión optarán por cursar el MFP y no uno de estudios avanzados en filosofía, lingüística, física o biología. A medio plazo, eso sentencia de muerte los master de casi todas las facultades teóricas y clásicas. Pero lo peor es el perfil del profesor de secundaria al que se aspira. No ya un profesor que sepa filosofía, física o gramática, sino un asesor psicopedagógico de un material humano al que, en realidad, ya se da por perdido: el alumnado en general de toda la enseñanza pública. Pero esto no es una solución sino un agravamiento de un problema cuyas raíces son de carácter social, económico y político, no académicas."